La remontada más inventiva de la historia del fútbol
El detrás de escena de una operación épica de CPS
La prisión de las expectativas no tiene barrotes ni llaves ni carceleros ni alambres de púa ni muros…
Pero es muy real.
Una regla no deja de ser un conjunto de suposiciones a la espera de ser cuestionadas y desafiadas.
Para ganar se puede utilizar todo lo que esté dentro de las reglas, incluidas las suposiciones que vienen atadas a esas reglas y que la mayoría no ve.
Seinfeld, por ejemplo, hizo una carrera estupenda en la comedia prestando atención a la minucia cotidiana, a todo aquello que nos rodea pero pocos ven.
"Escribo mucho material sobre la silla. Me parece que la silla es muy divertida. O la encimera. O la fila del supermercado. Eso me emociona. A nadie realmente le interesa eso, pero mi reto es conseguir que te interese... Esa es la base completa de mi carrera."
Lo mismo podría decirse de Jürgen Klopp, el entrenador del Liverpool.
En 2019, en el partido de ida de la semifinales de la Champions League, el Liverpool cae 3-0 frente al Barça de Guardiola y Messi.
Y aún faltaba la vuelta...
Todos lo sabían: el Liverpool era un dead man walking, a la vez ridiculizados y presionados para hacer un milagro en casa que los redimiera.
Pero nadie en su sano juicio pensaba que los ingleses podrían remontarlo.
Humillado y dado por muerto, el entrenador hace algo inesperado:
Leer el juego mejor que su rival.
Esta es la historia de cómo un grupo de personas se unió en torno a una estrategia para conseguir una remontada épica.
Cuando el entrenador Jürgen Klopp llegó al Liverpool en 2015, descubrió que no había sido escogido ni por su nombre ni por sus logros.
Su contratación la recomendación de un analista de datos.
A pesar de la última temporada mediocre en su club anterior, el analista Ian Graham había reunido las estadísticas de todos esos encuentros y, de acuerdo con su modelo matemático, determinó que el equipo de Klopp había jugado un juego técnicamente perfecto.
Solo había tenido una improbabilísima racha de mala suerte.
Este bajo rendimiento le había bajado el precio al entrenador alemán, y Graham se dio prisa en reportar su hallazgo: estaban ante un chollo imperdible.
Al enterarse de esta situación, Klopp comenzó a visitar el minúsculo departamento en la parte de atrás del edificio para conversar con estos gafotas que hablaban de fútbol sin haber visto un solo partido, pero cuyos análisis concordaban con su propia experiencia como entrenador.
El libro Moneyball de Michael Lewis, sobre cómo el equipo de béisbol de los Oakland A's encontró una ventaja al analizar a los jugadores usando criterios diferentes a los de los demás equipos, había desencadenado una fiebre por el análisis de datos y la estadística aplicada a la búsqueda de ineficiencias: encontrando jugadores, algunos ocultos a simple vista, que estaban subvalorados.
O en el caso de Graham y su departamento de análisis, a la búsqueda de patrones estadísticos que pudieran desvelar ventajas y debilidades en el juego de un equipo de fútbol.
Graham era un físico teórico que usaba modelos matemáticos para evitar sesgos y errores comunes de percepción.
No le gustaba mirar vídeos de los partidos, por ejemplo, porque con la imagen era muy fácil caer en sesgos, pero lo que había hecho para contrarrestar ese peligro es crear un modelo que utiliza seguimiento en vídeo para asignar puntajes numéricos a todo lo que sucede en el campo de juego, incluso en sectores donde el balón no está directamente involucrado.
Esto cazaba perfectamente con el estilo de juego preferido por Klopp.
Mientras que Guardiola era de la escuela de Johan Cruyff y Marcelo Bielsa de pensar con el balón atado al pie,
Klopp se inspiraba en Arrigo Sacchi, entrenador del AC Milan, y organizaba sus equipos para jugar al contraataque.
Quería que sus jugadores aprendieran a prestar atención. Y usualmente se prestaba atención mejor sin el balón.
A Liverpool lo salvó que Klopp creyera en las catástrofes futbolísticas. Según él, cada error de juicio podía llevarte directamente a la ruina si no prestabas la suficiente atención.
Tener un plantel de estrellas no era lo más importante. Para Klopp lo crítico era saber leer el juego.
Por eso cuando Graham llegó a su oficina con un reporte que incluía un insight acerca de una posible debilidad del rival, Klopp lo tomó en serio.
Lo que los analistas habían descubierto era que durante el partido de ida de semifinales, los jugadores del Barça habían pasado más tiempo de lo normal discutiendo con el árbitro y protestando por faltas, o por saques de banda, o por saques de esquina que consideraban injustos.
En ocasiones el juego podía demorar minutos en reanudarse a causa de estas discusiones y quejas.
La táctica no era del todo mala, porque algunos jueces cedían incapaces de resistir la presión.
Pero el precio a pagar por ese beneficio marginal era demasiado alto, estimaba Klopp, porque esto les hacía perder la concentración en el juego.
El entrenador del Liverpool intuyó que había varias formas de aprovechar el hallazgo de los analistas.
Si esto ya había sucedido en el Camp Nou, probablemente volvería a suceder en Anfield, el estadio inglés.
Klopp enseguida habló con el entrenador de juveniles, quien sería el encargado de coordinar a los recogepelotas.
Le explicó que cuanto antes pusieran sus chicos el balón en juego, más chances tendría el equipo de anticipar a su adversario.
El sistema multibalón de la UEFA les ayudaba con eso. En vez de salir a correr un único balón oficial, el recogepelotas estaba autorizado a tener preparado otros balones de antemano.
Si eran capaces de coordinarse de manera inteligente, podrían hacer aún más rápida cualquier maniobra.
Así comenzó un entrenamiento conjunto integrando a los recogepelotas con los jugadores profesionales y que continuó hasta el mismo día del partido.
El Liverpool no llegaba al encuentro de vuelta en las mejores condiciones, varias bajas, entre ellas dos delanteros, y una presión mediática y deportiva que pocos equipos hubieran podido aguantar.
Aun así, el primer gol de Liverpool llegó a los 7 minutos del inicio.
Otros dos goles del equipo de Klopp, temprano en la segunda mitad, acabaron borrando la desventaja.
La presión se trasladaba ahora a Messi y compañía.
En la Champions los goles fuera de casa valen doble, así que el equipo de Guardiola solo debía marcar un gol para ponerse 5-3.
Pero el tiempo se iba y aquí es donde los jugadores de Klopp entendieron que podían presentarse las mejores oportunidades de explotar el hallazgo de los analistas.
11 minutos antes de finalizar el partido, llegó tal oportunidad.
Los protagonistas de la jugada son el defensa inglés Trent Alexander-Arnold, el delantero belga Divock Origi y Oakley Cannonier, un recogepelotas de 15 años al que más tarde apodarían "el héroe silencioso".
La jugada comenzó de esta manera:
El Barça pateó fuera el balón tratando de disolver el ataque inglés y otorgando el saque de esquina a su rival.
El balón llevaba tanta fuerza que rebotó en un cartel publicitario y volvió a entrar en el campo de juego.
Los jugadores del Barça asumieron que el balón tardaría un buen tiempo en llegar hasta la bandera del corner.
Ninguno de ellos se había parado a pensar en el sistema multibalón, probablemente ni siquiera fueran conscientes de que la regla estaba en efecto.
La segunda suposición errónea fue que antes de patear, Arnold esperaría a que llegaran los cabeceadores.
Ninguna de esas cosas sucedió.
Lo que ocurrió en cambio fue que Cannonier, el recogepelotas, puso un nuevo balón junto a la bandera y, para que pudiera ponerse en juego, salió corriendo a recoger el que había quedado dentro del campo.
Nadie lo notó, por supuesto. Los recogepelotas son invisibles, como todos sabemos.
Lo que Arnold hizo a continuación fue fingir que se alejaba de la esquina para dejar a otro jugador patear el tiro.
Y mientras los defensores del Barça seguían discutiendo entre sí, Arnold volvió deprisa sobre sus pasos y pateó tomando a la defensa por sorpresa.
Había nueve jugadores del Barça en el área del penalti. Todos de espaldas al balón.
El único que estaba en posición y esperando el tiro era Divock Origi, completamente libre para marcar el gol del triunfo.
El gol fue tan inesperado e inusual que muchos pensaron: "Esto no vale, ¿verdad? Dime que algo así no puede ser cierto..."
Las reacciones al gol pueden verse en este vídeo y son imperdibles.
Ahora que el Liverpool había volteado el resultado, y faltando 10 minutos más el tiempo adicionado para el final, el ballet de los recogepelotas se acopló al adagio.
Adoptaron un paso cansino tomándose todo el tiempo del mundo para buscar el balón cada vez que los defensas del Liverpool lo pateaban fuera.
Y todo el estadio, naturalmente, aplaudía y vitoreaba reconociendo a unos héroes que nadie habría visto nunca si no fuera por el ojo estratégico de Klopp.
Como dice Sherlock Holmes:
El mundo está repleto de cosas obvias que nadie, nunca, ni por puta casualidad, observa.
Hasta aquí la historia detrás de la remontada más épica e ingeniosa de la historia del fútbol.
Pronto más historias y casos de CPSers en acción.
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-Álvaro de Astucia Visual